Nueva evaluacion enero 2010


Refuerzo grado 11, Enero 2010




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1. Apliqué el método de lectura a cada una de los textos del documento. (Este capitulo: Si hubieras engañado a vuestro (a) novio (a), ¿se lo dirías? (Descargue el documento aquí), es tomado de Antimanual de Filosofía de Michel Onfray, Edaf Madrid, 2005?

* Lea el documento completamente tres veces
* En la primera lectura de todo el documento realice un barrido general y no se detenga así no entienda algo.
* En la segunda lectura subraye las ideas principales, deténgase en las partes que no entienda, busque el significado de los términos que desconozca.
* En la tercera lectura, realice un breve resumen con las ideas centrales, responda las preguntas qué encuentra en el texto y si este no tiene preguntas realícelas usted y trate de responderlas.

* Recuerde que el documento tiene varias sublecturas: Una de Kant, y otra de T W Adorno. A cada una de estas le debe aplicar el método de lectura para entenderlas bien.


2. Defina el término: VERDAD, LEY MORAL desde las ideas que aparecen en todo el documento, construya con estas su definición, ojo es desde el texto no la que encuentre en un diccionario.

3. Busqué el significado del término Verdad en el diccionario de filosofía de José Ferrter Mora, en el blog lo encuentra y compárelo con el de la lectura. (Encuentre la definición aquí)

5. Según el texto de Kant ¿Por qué un imperativo no mentir jamás?

6. ¿Por qué para Adorno es un problema la sinceridad excesiva?

7. ¿Qué conclusiones podemos sacar de la pregunta que se plantea al principio del texto?

7. Recuerde que debe entregar el taller con cada de unos de estos puntos (El cual no tiene nota, pero es requisito para presentar el examen, el taller le sirve para el estudio y pasar la prueba escrita satisfactoriamente)


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DEFINICIÓN DE VERDAD SEGÚN EL DICCIONARIO DE JOSE FERRATER MORA


DEFINICIÓN DE VERDAD SEGÚN EL DICCIONARIO DE JOSE FERRATER MORA


VERDAD. El vocablo 'verdad' se

usa primariamente en dos sentidos:

para referirse a una proposición y para

referirse a una realidad. En el primer

caso se dice de una proposición

que es verdadera a diferencia de "falsa".

En el segundo caso se dice de

una realidad que es verdadera a diferencia

de "aparente", "ilusoria",

"irreal", "inexistente", etc.

No es siempre fácil distinguir entre

estos dos sentidos de 'verdad' porque

una proposición verdadera se refiere

a una realidad y de una realidad

se dice que es verdadera. Pero puede

destacarse un aspecto de la verdad

sobre el otro. Tal ocurrió en la idea

de verdad que predominó en los comienzos

de la filosofía. Los filósofos

griegos comenzaron por buscar la verdad,

o lo verdadero, frente a la falsedad,

la ilusión, la apariencia, etc. La

verdad era en este caso idéntica a la

realidad, y esta última era considerada

como idéntica a la permanencia,

a lo que es, en el sentido de "ser

siempre" — fuese una substancia material,

números, cualidades primarias,

átomos, ideas, etc. Lo permanente

era, pues, concebido como lo verdadero

frente a lo cambiante — que no

era considerado necesariamente como

falso, sino sólo como aparentemente

verdadero sin serlo "en verdad". Como

la verdad de la realidad —que

era a la vez realidad verdadera— era

concebida a menudo como algo accesible

únicamente al pensamiento y

no a los sentidos, se tendió a hacer

de la llamada "visión inteligible" un

elemento necesario de la verdad.

Este sentido griego de la verdad no

es históricamente el único posible. Según

ha indicado von Soden, y han

precisado, entre otros, Zubirí y Ortega

y Gasset, hay una diferencia fundamental

entre lo que el griego entendía

por verdad y lo que entendía

por ella el hebreo. Para este último,

en su época "clásica" cuando menos,

la verdad ('emunah) es primariamente

la seguridad, o, mejor dicho, la

confianza. La verdad de las cosas no

es entonces su realidad frente a su

apariencia, sino su fidelidad frente a

su infidelidad. Verdadero es, pues, para

el hebreo lo que es fiel, lo que

cumple o cumplirá su promesa, y por

eso Dios es lo único verdadero, porque

es lo único realmente fiel. Esto quiere

decir que la verdad no es estática,

que no se halla tanto en el presente

como en el futuro, y por eso, señala

Zubiri, mientras para manifestar la

verdad el griego dice de algo que es,

que posee un ser que es, el hebreo

dice "así sea", es decir, amen. En

otros términos, mientras para el hebreo

la verdad es la voluntad fiel a

la promesa, para el griego la verdad

es el descubrimiento de lo que la

cosa es o, mejor aun, de aquello que

"es antes de haber sido", de su esencia.

El griego concibe, así, la verdad

como a)lh/qeia o descubrimiento del

ser, es decir, como la visión de la

forma o perfil de lo que es verdaderamente,

pero que se halla oculto por

el velo de la apariencia. Lo contrario

de la verdad es para el hebreo la

decepción; lo contrario de ella es para

el griego la desilusión. Pero lo verdadero

como "lo que habrá de cumplirse"

es esencialmente distinto de

lo verdadero "como lo que es" y

como lo que está siempre presente

—aun bajo la forma de la latencia—

en un ser. El sentido primario de la

verdad como a)lh/qeia, dice Zubiri, no

es, sin embargo, meramente descubrimiento

o patencia, sino, ante todo,

la patencia del recuerdo. Pero "la

idea misma de verdad tiene su expresión

primaria en otras voces" dentro

de algunos lenguajes indoeuropeos:

es el caso del verus como

expresión de una confianza. Por lo

tanto, hay cuando menos una posibilidad

de conexión semántica entre los

dos mentados conceptos de verdad,

aparentemente tan distanciados. Julián

Marías precisa que, en todo caso,

una distinción es metódicamente necesaria

entre la verdad como a)lh/qeia,

como 'emunah y como veritas. La

primera es patencia; la segunda, confianza;

la tercera, veracidad.

Los griegos no se ocuparon solamente

de la verdad como realidad.

Se ocuparon asimismo de la verdad

como propiedad de ciertos enunciados, de los cuales se dice que son

verdaderos. Aunque antes de Aristóteles

se había ya concebido la verdad

como propiedad de ciertos enunciados,

la más celebrada fórmula al respecto

es la que se encuentra en Aristóteles:

"Decir de lo que es que no

es, o de lo que no es que es, es lo falso;

decir de lo que es que es, y de

lo que no es que no es, es lo verdadero"

(Met., G, 7, 1011 b 26-8).

Con ello Aristóteles precisaba lo que

había afirmado ya Platón (Crat., 385

B; Soph., 240 D - 241 A, 263 B). Pero

mientras en este último filósofo la

verdad de la proposición dependía de

la verdad de la realidad en el sentido

de que 'verdad" se aplicaba primariamente

a la cosa y secundariamente

al enunciado, Aristóteles expresó

por vez primera límpidamente

lo que luego se llamará "concepción

lógica" —y que sería más adecuado

llamar "concepción semántica" (Cfr.

infra)— de la verdad. En efecto, para

Aristóteles, cuando menos en el

párrafo citado, lo verdadero es decir

lo que es cuando es y lo que no es

cuando no es; por tanto, no hay verdad

sin enunciado. Ello no significa,

ciertamente, que el enunciado como

tal sea suficiente. En rigor, no hay

"enunciado como tal", pues un enunciado

lo es siempre de algo. Para que

un enunciado sea verdadero es menester

que haya algo de lo cual se

afirme que es verdad (o que no haya

algo de lo cual se afirme que no

es verdad ) : sin la "cosa", pues, no

hay verdad, pero tampoco la hay sólo

con la "cosa". Esta relación del enunciado

con la cosa enunciada ha sido

llamada luego "correspondencia",

"adecuación", "conveniencia"; la verdad

es verdad del enunciado en cuanto

corresponde con algo que se adecúa

al enunciado y conviene con él.

Lo anterior no indica todavía cuál

es el "órgano" apropiado para aprehender

la verdad o, si se quiere, para

poder formular proposiciones verdaderas.

Puede ser, como algunos afirmaban,

la inteligencia; o puede ser la

"intuición" ("aprehensión directa y

evidente"), o puede ser la sensación.

Pero en todos estos casos se entiende

la verdad como propiedad del enunciado.


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