1. Aplique el método de lectura a estos dos textos (de Onfray y Lucrecio) partiendo de una base fundamental ¿Qué sentido tiene la razón dentro del texto?
2. No olvide aplicar cada uno de los pasos del método a cada uno de los textos
3. Debe identificar en un texto de Fernando Savater los postulados de la filosofía de Wittgenstein vistos en clase, para establecer su relación con el lenguaje cotidiano dentro de un argumento
4. Presente un taller escrito, evaluación tipo icfes y puesta en común
5. Evaluación tipo icfes Julio 9 y 12, puesta en común por definirse esa semana.
¿Esta inscrito en los astros
vuestro éxito en Bachillerato?
Michel Onfray, Tomado del antimanual de filosofía
Ni vuestro éxito ni vuestro fracaso; ni en las estrellas, ni en otra parte.
Los resultados dependen de vosotros y de vuestra voluntad, nada más entra
en juego, ni mucho menos la influencia de los astros o la conjunción de los
planetas el día que estéis pez sobre vuestro ejercicio de filosofía... Vuestra
historia no está inscrita en ninguna parte (¿dónde lo estaría?, ¿en el cielo?,
¿en un lugar accesible solo a los médiums vía las líneas de la mano o la
tirada de cartas?), sino que depende de vuestra elaboración, de vuestra
construcción, de vuestra decisión. El porvenir se escribe, no está redactado
todavía: haceos a esta idea, vuestro destino depende de vuestros proyectos
y de la energía que ponéis en realizarlos.
Quizá hoy más que nunca, donde, en Occidente al menos, la razón
hombres y las mujeres se han entregado a la creencia en lo irracional en todas sus
variantes: videncia y numerología, tarot y horóscopo, carta astral, posos del
café y mesas giratorias, espíritus que se comunican y vida tras la muerte,
fantasmas y espectros, extraterrestres y platillos volantes, a lo que se
añaden las apariciones de la Virgen, los milagros, la resurrección de la carne,
las predicciones de Nostradamus y, más aún, la creencia en la inmortalidad
del alma, en la reencarnación y otras locuras irracionales. Por todas partes,
se difunden y amplifican esas ficciones: los medios de comunicación de gran
audiencia, prensa especializada o divulgativa, libros y colecciones editoriales.
Por lo demás, la mayor parte de vosotros cree seguramente en una u otra de
esas opciones, incluso en todas... ¿No?
Abría la cocina de Júpiter!
La permanencia de lo irracional se comprueba fácilmente. Desde el
comienzo del pensamiento, antes de la filosofía propiamente dicha (siglo vi
antes de Jesucristo, al menos en Europa occidental), se cree en los mitos,
que expresan un pensamiento mágico e irracional y están plagados de
dioses que adquieren la forma de animales, de bestias que copulan con
humanos engendrando posibles criaturas (el centauro, por ejemplo, mezcla
de caballo y hombre, o el Minotauro, cabeza de toro sobre cuerpo de
hombre), de nacimientos que tienen lugar por la pierna (preguntad a Júpiter),
de herreros que trabajan en el epicentro de los volcanes (ved a Vulcano),
una mujer escondida en una becerra de madera para ser fecundada por un
toro (así, Pasífae que da nacimiento al Minotauro)-, esperma transformado
en espuma sobre las olas, etc.
La mitología forma el pensamiento primitivo y las religiones se apoyan
en este pensamiento irracional: ¿cómo, si no, comprender el cristianismo
cuando presenta a una mujer engendrando a un niño sin la ayuda de un
padre, un hombre que trasforma el agua en vino, multiplica los peces, camina
sobre el agua, resucita a los muertos y se aplica la receta a él mismo, tres
días después de haber sido torturado y crucificado? En la mitología y la reli-
gión, la prueba no sirve de nada, la deducción tampoco, no más el uso de la
razón, la reflexión, el análisis o el espíritu crítico. Ninguna necesidad de pen-
sar, de hacer funcionar la inteligencia: creer basta; después, obedecer. La
adhesión se solicita, cuando no se fuerza a ella, pues la comprensión no es
de ninguna utilidad. De lo irracional se valen con frecuencia los individuos
retorcidos y decididos a guiar a los hombres y a mantenerlos en un estado de
sujeción.
Tengo miedo, luego existo...
¿De qué lógica procede lo irracional? Del miedo al vacio intelectual, de
la angustia ante la evidencia difícilmente aceptable, de la incapacidad de los
hombres para asumir su ignorancia y la limitación de sus facultades, entre
ellas la razón. Donde pueden decir «no sé» o «ignoro por qué», «no com-
prendo», inventan historias y creen en ellas. Para no tener que transigir con
un cierto número de evidencias, con las cuales, sin embargo, hay que contar
(la vida es corta; pronto vamos a morir -incluso si es hasta los cien años, es
corta frente a la eternidad de la nada de la que venimos y hacia la que
vamos...-; tenemos poco o ningún poder sobre el desarrollo de esta breve
existencia; después de la muerte no hay nada más que descomposición, y no
una vida bajo distinta forma, etc.), los hombres inventan ficciones y les piden
auxilio.
Lo irracional colma las brechas que la razón abre al destruir ilusiones.
Incapaces de vivir únicamente según lo real racional, los humanos constru-
yen un mundo completamente irracional más fácil de habitar al estar provisto
de creencias que procuran una aparente paz con uno mismo. ¿El rayo cae
sobre un árbol? Un hombre de la Antigüedad grecorromana no sabe por qué,
e inventa un dios malvado, vengador, al tanto de las corrupción humana, que
utiliza el rayo para corregir a sus semejantes. Zeus y sus relámpagos, he
aquí la razón de la tormenta griega o romana. Más tarde, el mismo rayo
percibido por un hombre del siglo XX, un
poco al corriente de la física moderna, se
convierte en la resultante de un intercambio
de polaridad entre nubes cargadas de
electricidad y el sol. La huella del
movimiento de la energía en un arco
eléctrico, he aquí la razón del rayo. Razón
antigua y mitología contra razón moderna y
científica: lo irracional de ayer se convierte
en lo racional de mañana y cesa de
inquietar, de dar miedo.
Lo irracional es lo que todavía no es
racional, ya sea para un individuo
ya sea para una época o una cultura, y no lo que no lo será nunca. Lo que
hoy escapa a la comprensión conduce a los hombres a lanzar hipótesis
extraídas de las fuentes de lo irracional, donde no existen límites: se puede
recurrir a la imaginación más desbocada, a las ¡deas más peregrinas, con tal
de que se tenga la eficaz ilusión de hacer retroceder la ignorancia. Desde el
momento en que el problema ya no se plantea, tras el descubrimiento de la
solución gracias a la razón, la creencia se abandona y va a parar al museo
de falsas ideas que hasta hace poco se creían verdaderas.
En cambio, sobre ciertas cuestiones imposibles de resolver con el
progreso de la ciencia, de la investigación, de la técnica, lo irracional reina
como dueño durante largo tiempo. Así, ante cuestiones metafísicas
(etimológicamente, aquellas que se plantean después de la física): ¿de
dónde venimos?, ¿quiénes somos?, ¿adonde vamos?, para decirlo con
expresiones cotidianas, dicho de otro modo: ¿por qué tenemos que morir?,
¿qué hay después de la muerte?, ¿por qué disponemos de tan poco poder
sobre nuestra existencia?, ¿a qué puede parecerse el porvenir?, ¿qué
sentido dar a la existencia?, en efecto: ser mortal, no sobrevivir, sufrir
determinaciones, no escapar a la necesidad, estar confinado a este planeta,
son algunos de los motivos que hacen funcionar el motor irracional a toda
máquina.
Todas las prácticas irracionales pretenden dar respuesta a esos proble-
mas angustiosos: la existencia de espíritus inmortales que se mueven en un
mundo donde se los podría interrogar con la ayuda de una mesa giratoria
nos calma: la muerte no atañe más que al cuerpo, no al alma, que conoce la
inmortalidad; la posibilidad de leer y predecir el porvenir con cifras, líneas de
la mano, posos del café, una bola de cristal, cartas, fotos, nos apacigua: el
porvenir ya está escrito en alguna parte, algunos (los médiums) pueden
acceder a ese lugar y revelarme su contenido, no he de temer el buen o mal
uso de mi libertad, de mi razón, de mi voluntad, lo que debe llegar llegará; la
existencia de objetos volantes no identificados, por lo tanto, de planetas
habitables, de una vida fuera del sistema planetario, de fuerzas misteriosas
venidas de lo más recóndito de las galaxias, nos regocija: podemos creer
que nuestra supervivencia en otra parte está asegurada por potencias que
gobierna el cosmos y, por lo tanto, nuestra pequeña existencia, etc.
Lo irracional es un auxilio, sin duda, pero un auxilio puntual, porque no
cumple sus promesas. En cambio, la razón puede ser igualmente socorrida,
pero con más seguridad: principalmente, cuando se concentra sobre la
destrucción de las ilusiones y creencias, las ficciones creadas por los hom-
bres para consolarse con los ultramundos, los más allá inventados, que
siempre dispensan de un buen vivir aquí y ahora. La filosofía y el uso crítico de la razón permiten obtener otras soluciones, en este caso, certi-
dumbres viables, y consuelos mucho más seguros: ante las mismas evi-
dencias (la muerte, la limitación de los poderes humanos, la pequenez del
hombre ante la inmensidad del mundo, la angustia frente al destino), la
filosofía proporciona medios para dominar nuestro destino, para convertirnos
en los actores de nuestra existencia, para liberarnos de miedos inútiles y
paralizantes —y no abandonarnos, atados de pies y manos, como niños, a
los mitos de ayer u hoy. Dejad de mirar las estrellas, vuestro porvenir no está
inscrito en ninguna parte: está por escribir -y solo vosotros podéis ser los
autores.
TEXTOS
Lucrecio (romano, 98-55 a. de C.)
No se le conoce más que un libro, inacabado, escrito en verso,
De la naturaleza de
las cosas
. Texto que presenta el pensamiento de Epicuro. Se jacta de sus méritos en
materia de lucha contra las supersticiones (el amor, la religión, los dioses, los infiernos,
etc.) y afirma su excelencia para realizar la ataraxia (la ausencia de turbación).
El miedo crea los dioses
No es difícil el dar razón ahora / de lo que motivó entre las naciones / a
creer la existencia de los dioses,
y las ciudades inundó de altares / y estableció los ritos religiosos, / estas
pompas augustas
que en el día / se hacen en las empresas importante / por todas las
naciones de la Tierra:
y cuál sea la causa y el origen / de este horror infundido a los mortales /
que erige en todo el orbe de la Tierra / a las divinidades nuevos templos / y
con días festivos las obsequia. Es que ya desde entonces los mortales, /
aunque despierto el ánimo, veían
los simulacros sobrenaturales / que la ilusión del sueño exageraba / a su
imaginación: así, creyendo / que movían sus miembros y que hablaban /con
imperiosa voz, proporcionada / a su gran porte y fuerzas desmedidas, / por
vivos y sensibles lo tuvieron. / También los suponían inmortales; / pues
siendo su hermosura inalterable, / con la misma belleza se ofrecían / a ellos
los fantasmas celestiales; / y porque siempre con tan grandes fuerzas /
creían imposible que triunfase /
de ellos acción alguna destructora: / también por muy dichosos los
tenían, /
pues no les inspiraba sobresalto / el temor de la muerte; y porque en
sueños/
los veían hacer muchos prodigios / sin quedarse por ellos fatigados. /
La morada y palacio de los dioses / pusieron en los cielos, porque es
donde/
parece que voltean Sol y Luna; / de allí viene la noche, de allí el día, /
y los astros errantes allí brillan / y los volantes fuegos por la noche; / los
nublados, rocíos, lluvias, nieve, / vientos, rayos, granizo y raudos truenos, / y
los murmullos largos de amenazas. / ¡Oh raza de los hombres sin ventura! /
¡Cuando a los dioses concedió existencia /
y los armó de cólera inflexible, / cuántos gemidos asimismo entonces, /
qué heridas a nosotros, y qué llanto / a nuestra descendencia ocasionaron! /
¿Qué espíritu, además, no apoca el miedo / de los dioses? ¿A qué
hombre no se hielan / los miembros de pavor cuando la tierra / abrasada
retiembla con el golpe / horrible de los rayos, y recorren / todo el cielo
murmullos espantosos?
¿No se estremecen pueblos y naciones? / Sobrecogidos los soberbios
reyes, / ¿no abrazan las estatuas de los dioses / temblando aquel instante
formidable / de expiar sus acciones criminales / y todos sus tiránicos
mandatos?
¿Y cuando barren los furiosos vientos / al jefe de la escuadra por los
ares / con sus bravas legiones y elefantes, / pávido no hace votos a los
dioses / para obtener a fuerza de plegarias / tranquilidad y vientos
favorables? /
En vano todo; porque arrebatado / por algún violento remolino, / en los
escollos va a encontrar la muerte: / ciertamente parece que se burla / de los
humanos acaecimientos /
una fuerza secreta, y se complace / en pisar con ludibrio las segures / y
los fasces hermosos. Por fin, cuando / debajo de los pies vacila el orbe, /
cuando caen las ciudades desplomadas, / y están amenazando otras ruina, /
¿por ventura, es extraño que los hombres / se llenen de desprecio hacia sí
mismos, / y reconozcan un poder más grande / y una fuerza divina
extraordinaria / que a su gusto dirija el universo?
De la naturaleza de las cosas,
libro V, traducción del Abate Marchena, Cátedra,
1994, Madrid
Fernando Savater sobre Wittgenstein
Las preguntas de la vida
Según Wittgenstein, no puede haber un lenguaje privado: todo idioma humano, para serlo, necesita poder ser comprendido por otros y tiene como objeto compartir el mundo de los significados con ellos. En mi interior, desde que comienzo a
reflexionar sobre mí mismo, encuentro un lenguaje sin el que no sabría pensar, ni soñar siquiera: un lenguaje que yo no he inventado, un lenguaje que como todos los lenguajes tiene que ser forzosamente público, es decir que comparto con otros seres capaces como yo de entender significados y manejar palabras. Términos como «yo», «existir», «pensar», «genio maligno», etc., no son productos espontáneos de un ser aislado sino creaciones simbólicas que tienen su posición en la historia y la geografía humanas: diez siglos antes o en una latitud distinta nadie se hubiera hecho las preguntas de Descartes. Por medio del lenguaje que da forma a mi interioridad puedo postular -debo postular- la existencia de otras interioridades entre las que se establece el vínculo revelador de la palabra. Soy un «yo» porque puedo llamarme así frente a un «tú» en una lengua que permite después al «tú» hablar desde el lugar del «yo». Establecer el ámbito de las significaciones lingüísticas compartidas es marcar las fronteras de lo humano: ¿no será precisamente ahí, en lo humano, en lo que comparto con otros semejantes capaces de hablar y por tanto pensar donde podré encontrar una respuesta
mejor a la cuestión sobre qué o quién soy yo?